El Palacio es descomunal, con obras de arte y decorados por todos lados, a veces hasta exagerado. Lo mejor por lejos es el salón de los espejos, una sala enorme en forma rectangular, con uno de los lados largos lleno de espejos y el lado opuesto con ventanales, lo que hace que sea sumamente luminoso.
En la epoca en que los reyes usaban el palacio, el trono estaba al fondo de ese salón (ahora reemplazado por unas replicas de carton bastante pobretonas).
Pasamos también por los ambientes decorados al estilo de Luis XV y por salas con algunas de sus cosas de plata (desde vajilla hasta leones y estatuas enormes).
Después de eso almorzamos en un cafecito para despedirnos de París, pasamos por los Jardines de Luxemburgo y nos fuimos para el aeropuerto rumbo a Venecia.
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